El trabajo de Ángela de la Cruz (La Coruña, España, 1965) es, ante todo, un contundente posicionamiento estético, social y emocional ante la existencia misma. Más allá de la forma, el color y la materia, sus obras son comprendidas como cuerpos manipulados que contienen historias, pulsiones vitales y gestos autorreferenciales.
Ángela de la Cruz ha desarrollado su trayectoria en Londres, Inglaterra, donde radica desde 1987. Tras realizar sus estudios universitarios en bellas artes, incursionó en el ámbito profesional como pintora abstracta. Sin embargo, su obra carecía para entonces de un carácter propio y, algunos años más tarde, resultó evidente su estancamiento y frustración creativa. Aquel periodo de crisis la condujo a realizar en 1996 una acción que modificaría por completo su devenir artístico: quebrar, doblar, torcer, romper y destrozar tanto el bastidor como el lienzo de una de sus obras —hacer tabula rasa—.
Liberada de las limitantes espaciales del marco, de la rigidez del bastidor y de su dependencia al muro, encontró un vasto campo de experimentación en torno a la historia de la pintura y de cómo esta ha sido, desde las vanguardias históricas del siglo XX, un medio en constante pugna tanto con su propia tradición como con su relación con otras disciplinas. En su caso, la pintura se transforma en un extraño objeto o cuerpo suspendido entre esta y la escultura. No es ya ni una ni otra.
“Larger than Life” [“Más grande que la vida”] (1998) es una de sus piezas más emblemáticas y representativas. Originalmente, fue producida por encargo para ocupar el salón de baile del Royal Festival Hall de Londres y, posteriormente ha sido presentada en distintos museos europeos. Su quebradiza e inestable estructura tiene la facultad de adaptarse al espacio arquitectónico que le alberga. Así, este masivo lienzo cubierto de óleo y acrílico aplicado a mano actúa como un cuerpo desproporcionado que, contrario a su apariencia minimalista o neutral, es un contenedor y reflector de emociones, sensaciones, dramáticas experiencias, conflictos de género y de diversa índole. Asimismo, a nivel físico la tela acumula cicatrices, vestigios de cada montaje y de las “posturas” adquiridas. La pintura expandida y de sitio específico, pero también la pintura atrofiada, fuera de escala, estorbosa, arrugada pero aun intelectual y formalmente enigmática.
En 2006, Ángela de la Cruz sufrió un ataque cerebral que, desde entonces, limita su motricidad corporal y su comunicación oral. No obstante, su tenacidad, ímpetu y convicción tanto a nivel estético como de compromiso sociopolítico y humano la mantienen vigente y productiva. Para muchos críticos e historiadores del arte, es la artista española más relevante en la actualidad.